La IA en la publicidad ¿amenaza o libera a los creativos?

La IA en la publicidad ¿amenaza o libera a los creativos?

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La IA en la publicidad amenaza o libera a los creativos ¿Estamos asistiendo al fin del alma en la publicidad?

La publicidad impulsada por IA ha llegado para quedarse, y no, no ha pedido permiso. Ni siquiera ha tocado la puerta; más bien la ha tirado abajo de una patada, entrando como un vendaval en una industria que durante décadas se había sostenido a golpe de intuición, humo de cigarro y mucho ego. ¿Dónde queda ahora el creativo clásico? ¿Hay futuro para el alma humana en este torbellino de algoritmos? Spoiler: sí, pero con un casco de seguridad puesto.

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Origen: AI is coming for advertising… but is it coming for us?

Hace un tiempo, la publicidad impulsada por IA no era más que una curiosidad lejana, un experimento de laboratorio digno de series de ciencia ficción. Ahora, es la nueva norma que redefine quién crea, cómo se crea y, sobre todo, para quién se crea. Todo comenzó de forma casi inocente: una herramienta que sugería mejores horarios de publicación aquí, una pequeña optimización de presupuestos allá. Pero también empezó a tomar decisiones creativas, a moldear campañas desde el primer pixel hasta el último copy. ¿Sueñan los algoritmos con anuncios vintage? Quizá, pero lo hacen de una forma tan mecánicamente eficiente que uno siente un escalofrío.

La resaca de los Mad Men

No hace tanto tiempo que Don Draper era el rey. Un whisky en una mano, una idea revolucionaria en la otra y una reunión a puertas cerradas donde todo dependía de un chispazo de genialidad humana. El adiós a la era Mad Men no es solo el retiro nostálgico de una estética de sombreros y lápiz labial rojo: es el derrumbe de un modelo de intuición y talento visceral ante la fría eficiencia de los datos.

«Moldeamos nuestras herramientas, y nuestras herramientas nos moldean a nosotros», decía McLuhan, y parece que esta vez el molde viene con instrucciones de programación. Como bien explora Dearbhla Boyle en su artículo AI is coming for advertising… but is it coming for us?, la IA no solo ayuda: dirige, decide, impone.

La nostalgia es peligrosa, claro. Porque aunque nos guste imaginar a un creativo despeinado cambiando el rumbo de una marca con una servilleta garabateada en un bar, también es cierto que no siempre acertaban. Y aquí es donde la IA promete su evangelio: eficiencia, precisión, personalización. Pero también, ¿deshumanización?

Los algoritmos no lloran

Ahí radica el drama principal. La publicidad impulsada por IA es capaz de leer emociones, sí; de analizarlas, categorizarlas y vendernos productos en el momento exacto de máxima vulnerabilidad. Pero no puede sentirlas. No puede crear un concepto como “Think Small” de Volkswagen en 1959 ni lanzar un grito de guerra tan visceral como «Just Do It» en los ochenta. No puede vivir una historia para luego contarla.

La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

La IA puede simular el amor, pero nunca haber amado. Puede generar campañas emocionantes, pero no conmoverse genuinamente ante su propia creación. Por eso, aunque domine las métricas y optimice la conversión, sigue necesitando —y necesitará siempre— esa chispa absurda e impredecible que solo un ser humano puede encender.

Y ojo, porque tampoco estamos hablando aquí de una enemiga declarada. Como se explica en este artículo de Campaign Asia, la IA es una herramienta poderosa si se utiliza para liberar, no para sustituir.

Entre el retro de la emoción y el futuro de los datos

Hoy en día, los creativos no pelean solo contra deadlines imposibles y briefs ambiguos, sino también contra la tentación de dejarse reemplazar. Porque, seamos honestos, es fácil dejar que un software haga el trabajo duro: escribir cien variaciones de un anuncio, probarlas todas y quedarse solo con la que mejor funcione. Pero también es fácil perderse en el proceso, anestesiarse frente al teclado y olvidar por qué uno amaba esto en primer lugar.

No hay algoritmo para un alma rebelde.

En 2025, la publicidad impulsada por IA no solo crea, sino que predice. Analiza sentimientos en redes sociales en tiempo real, genera contenido en video, adapta mensajes a cualquier plataforma y hasta predice la próxima tendencia de consumo antes de que nosotros mismos sepamos que la queremos. Como bien destaca LinkedIn, la IA está remodelando no solo el cómo, sino el por qué hacemos publicidad.

Un trato faústico llamado eficiencia

Es tentador venderle el alma a la eficiencia. Automatizar campañas, personalizar correos electrónicos, optimizar presupuestos al milímetro… todo suena a paraíso para el marketero agotado. ¿Pero qué sacrificamos en el proceso?

Las pequeñas empresas, por ejemplo, encuentran hoy en la IA una tabla de salvación que antes solo estaba disponible para gigantes con presupuestos descomunales. Como bien se analiza en este resumen sobre IA y pequeñas empresas, herramientas como AdEspresso, Canva o ChatGPT permiten competir de tú a tú. Pero también existe el riesgo de un mercado saturado de contenidos genéricos, impecablemente optimizados, pero profundamente olvidables.

Y si algo debería temer un publicista no es que su anuncio no sea perfecto, sino que sea irrelevante.

Humanos demasiado humanos

Lo que Boyle señala con acierto —y que comparto— es que la IA nos empuja a redefinir nuestro rol. A dejar de ser fábricas de contenido y volver a ser alquimistas de emociones. A enfocarnos no en escribir para algoritmos, sino en crear historias que sobrevivan a ellos.

«El futuro no es de quien predice mejor, sino de quien emociona más.»

El creativo del futuro será parte estratega, parte narrador y parte filósofo. Y sí, se apoyará en la IA para ejecutar, analizar y optimizar. Pero el corazón de las campañas seguirá latiendo en la carne y hueso de quienes todavía creen que una historia bien contada puede cambiarlo todo.

Una última pregunta sin respuesta

Si el medio es el mensaje, como decía McLuhan, y la IA es ahora el medio… ¿qué mensaje nos estamos enviando a nosotros mismos?

¿Aceptaremos ser moldeados hasta ser irreconocibles, o utilizaremos esta fuerza descomunal para volver a lo esencial? ¿Podrá el alma sobrevivir en un mar de datos? ¿O encontraremos, como siempre, formas nuevas de encender una chispa en medio de la tormenta?

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JOHNNY ZURI

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