¿Puede un WHISKY ARTÍSTICO hacernos viajar al pasado y al futuro?

¿Puede un WHISKY ARTÍSTICO hacernos viajar al pasado y al futuro?

Read Time:6 Minute, 10 Second

¿Puede un WHISKY ARTÍSTICO hacernos viajar al pasado y al futuro? WHISKY ARTÍSTICO y genios como Da Vinci ahora caben en una copa

Estamos en julio de 2025 en Londres, ciudad de alquimistas modernos y clubes centenarios donde se decide qué es arte y qué es humo. Y sí, el WHISKY ARTÍSTICO está en boca de todos —literalmente y en sentido figurado—. Hay algo que me atrapa en esa frontera borrosa donde el licor se convierte en relato, donde una copa no solo embriaga sino que evoca, homenajea, desafía.

WHISKY ARTÍSTICO no es una ocurrencia marketinera ni un capricho de millonarios aburridos. Es una apuesta por recuperar la belleza en un mundo que parece obsesionado con lo práctico. Un sorbo puede ser un manifiesto. Y si alguien lo ha entendido, es Bimber Distillery, esa destilería londinense que ha decidido convertir la historia y el arte en barricas, botellas y líquidos que queman y acarician a partes iguales.

Bimber shoulders of giants

Origen: Leonardo da Vinci inspires Bimber collection – The Spirits Business

Cuando Leonardo, Van Gogh y Monet fermentan durante siete días

Hay algo hipnótico en el nombre Shoulders of Giants. Sabe a Newton, a Da Vinci, a humo y a genio embotellado. Detrás del cristal ámbar de esta colección limitada se oculta una declaración de amor a los pioneros del pensamiento y del color. No es casual que en la edición británica aparezcan los nombres de Vincent van Gogh, Claude Monet y Leonardo da Vinci. Porque estos no son solo artistas: son arquitectos de otra mirada.

Y no solo de artistas vive esta colección. En la edición alemana, Bimber hace un guiño a la ingeniería vintage más gloriosa: Karl Benz, Nicolaus Otto y Rudolf Diesel dan nombre a whiskies que parecen diseñados con regla de cálculo y calderas de vapor. El aire retrofuturista que envuelve estas botellas no es una pose: es una filosofía.

El proceso, claro, es igual de poético. Fermentación abierta durante siete días, lo que suena más a conjuro que a técnica de producción, pero que resulta en un mosto que respira, que se contamina de microorganismos del ambiente, que se impregna del alma de la madera y el cobre. Porque sí, el alambique de cobre sigue ahí, candente, fundamental. No por capricho nostálgico, sino porque el cobre mata lo vulgar y destila lo sublime.

“No se trata de hacer whisky. Se trata de embotellar historias.”

Y así, cada botella se convierte en una cápsula del tiempo. Una edición limitada, sí. Pero también una obra de arte. Un viaje en tres actos donde la vista se deleita, el olfato intuye y el paladar se rinde.

Van Gogh con aroma a cereza marrasquino y especias de madera

Quien dude de que el arte puede saborearse, que pruebe The Visionary, la expresión dedicada al mismísimo Da Vinci. Madurado en barricas de palo cortado, ofrece notas profundas de jerez oscuro, chocolate amargo, cerezas maceradas, pimienta negra y esa textura maderosa que parece sacada de una biblioteca florentina. El palo cortado, ese tipo de jerez que empezó como fino y acabó como oxidado rebelde, imprime una ambigüedad gloriosa: seco y dulce, cerebral y salvaje, como el propio Da Vinci.

Lo interesante es cómo la madera se convierte en pincel. Porque si el contenido es arte líquido, el continente no se queda atrás. Cada botella está decorada con motivos que evocan el estilo del genio homenajeado: pinceladas impresionistas para Monet, espirales turbadas para Van Gogh, engranajes renacentistas para Da Vinci.

“Es un museo en miniatura, pero con tragos en lugar de audioguías.”

Y mientras exploras cada sorbo, una sensación inesperada se cuela: lo que tienes en las manos no es solo una bebida premium. Es una idea. Una afirmación. Un gesto de rebeldía contra el whisky sin alma, contra el alcohol que no dice nada.

El whisky como máquina del tiempo emocional

Pero Bimber no está solo en esta cruzada. Hay antecedentes ilustres. The Macallan, por ejemplo, lleva décadas colaborando con artistas. La colección Anecdotes of Ages, nacida de su vínculo con Sir Peter Blake —el mismo que diseñó la portada de Sgt. Pepper’s—, es puro arte pop embotellado.

Glenfiddich también ha entendido el juego: su residencia artística en la destilería es una suerte de Montmartre escocés, donde creadores de todo el mundo conviven con cebada, barricas y niebla. Y la marca Royal Salute ha colaborado con Kristjana S. Williams para convertir su estuche en una experiencia visual que recuerda a los cuentos ilustrados de otro siglo.

“Un buen whisky es como una sinfonía: necesita pausa, contraste y final inesperado.”

Lo artesanal no se improvisa, se hereda

Todo esto no tendría sentido sin el respeto por la tradición. Porque sí, el whisky artístico es también un homenaje a la tecnología del pasado. A esos métodos que hoy parecen excéntricos pero que encierran la clave del sabor. El uso del alambique de cobre, por ejemplo, no es postureo: el cobre limpia el destilado de impurezas sulfurosas y da dulzor al resultado final. Lo explican los expertos de Ace Stills y Al-Ambiq: donde el acero hace licores planos, el cobre hace poesía líquida.

La fermentación abierta, ese proceso en que el mosto queda expuesto al aire, es otro acto de fe. Se confía en que el entorno añada algo único. Y lo hace. Porque en ese aire flotan bacterias que no solo no estropean el proceso, sino que lo enriquecen. Según estudios científicos, incluso las bacterias lácticas —esas que antes se veían como amenaza— aportan matices que transforman el carácter del destilado.

Arte, ciencia y algo de locura

Es en ese cruce de caminos —entre el rigor científico, la paciencia artesanal y la osadía creativa— donde nace el whisky artístico. Y donde florecen propuestas como The Artist Collective Whisky, que literalmente invita a artistas a diseñar sus etiquetas mientras los master blenders elaboran whiskies que buscan ser, en todos los sentidos, obras de arte.

Por supuesto, no todo whisky artístico es accesible. Algunas botellas son directamente objetos de culto. Basta con mirar la Macallan 1926 Valerio Adami, vendida por más de dos millones de libras, o la Isabella’s Islay, decorada con más de 8.000 diamantes. Sí, a ese nivel el whisky ya no se bebe: se contempla.

Pero lo más interesante está en otro lado: en cómo el whisky artístico democratiza el arte. Porque si un cuadro de Monet solo puede verse en museo, su versión líquida —esa que evoca lirios y crepúsculos— sí puede beberse. Si el genio de Da Vinci no cabe en una biografía, quizá sí en una copa de cask strength con barrica de palo cortado.

“El futuro del whisky está en su pasado. Y en quién se atreva a soñarlo.”

¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso?

El auge del whisky londinense es solo el principio. Las colecciones exclusivas como Shoulders of Giants marcan un camino: el de convertir el alcohol en relato, la barrica en símbolo y la cata en liturgia. ¿Veremos pronto homenajes a literatos, filósofos, músicos o exploradores? ¿Tendrá sentido beber a Descartes o a Darwin en un futuro cercano?

Quizá el whisky artístico no sea para todos. Pero para quienes buscan más que alcohol, para quienes creen que una bebida puede contar historias, ofrecer misterio y honrar la destilación artesanal, estas botellas son más que suficientes.

Y ahora, la pregunta es inevitable:
¿Estás bebiendo whisky o estás bebiendo historia?

3a902d1f2d3eb74f83ccd78bfd9f25a4598d5c13dc6900b213b5f45674ac9ebe?s=400&d=mm&r=g

About Post Author

JOHNNY ZURI

Si quieres un post patrocinado en mis webs, un publireportaje, un banner o cualquier otra presencia publicitaria, puedes escribirme con tu propuesta a johnnyzuri@hotmail.com
Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %
16 / 100 Puntuación SEO

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

Deja una respuesta